Historia

CAMINANDO POR LA HISTORIA Y LA LEYENDA

Siempre resulta complicado resumir con visión panorámica la historia de un pueblo y/o una comarca y, para más “inri”, siendo un participante de la misma, nacido del orgullo de un pueblo, sintiendo cada amanecer con sus fríos y altivos sentidos de una comarca elevada en altura, acariciando la fachada de la Cordillera Cantábrica, y extensa en el tiempo, ese que sumerge los sueños entre luchas y quehaceres diarios.

Gracias a verdaderos estudiosos de nuestra comarca, unos más científicamente preparados por sus carreras, otros como meros observadores de las señales que marcan esta comarca, y otros –que también los hay- por el afán altruista de conocer su historia, se ha generado un recorrido histórico que seguramente se acerque a una realidad fehaciente de lo que fue, es y será el patrimonio cultural de Santibáñez de la Peña, un pueblo, de la Peña, esta comarca y de su idilio y pasión por sus hábitos y costumbres ancestrales. Esta es su Historia…

Todos estos pueblos, cuyo nombre va acompañado por el apellido De La Peña, forman parte de la comarca palentina del mismo nombre, la cual se extiende al mediodía de la últimas estribaciones de la Cordillera Cantábrica, entre los ríos Carrión y Pisuerga. El origen probable de este “apellido”, se sitúa documentalmente en un privilegio que concede Alfonso X a estos pueblos en 1255: “Por facer bien e merced a los de Sant Roman de Pennas con so alfoz…”, dice el documento, sustituyendo el habitual Entrepeñas, como se solía denominar al monasterio de San Román, por sólo Peñas, refiriéndose además a su Alfoz; es decir, a todos los pueblos que constituían el Alfoz de las Peñas, que luego se convertirían en Los 24 de la Peña.

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Orígenes.

La oscuridad de la Prehistoria se convierte en negrura absoluta para nuestro municipio, al desconocerse, hasta el presente, vestigio alguno en el término que nos sitúe en épocas Paleolíticas o Neolíticas, por lo que nos vemos obligados a esperar la llegada de los geógrafos e historiadores griegos y romanos, para que nos hablen de los más antiguos pobladores conocidos en la comarca, los Cántabros, concretamente los Cántabros Camáricos o Tamáricos. Hecho avalado recientemente, por el espectacular descubrimiento de un Castro de esta cultura en la Loma de Santibáñez; hallazgo que por novedoso y trascendente, merece ser mesurado y constatado, pues según indagaciones y vestigios recientes, pudiera ser el Castro celta mejor conservado del mundo de esta envergadura –se calcula una población de unos 3000 habitantes-, ya de por sí una situación peculiar, que indicaría la importancia del castro, dada la poca asiduidad a concentraciones tan masificadas por parte de los pueblos celtas en la península. Su conservación inmaculada sobreviene a la estructura e idiosincrasia de la cultura de estos pueblos de la comarca de la Montaña Palentina, determinada por sus escasas poblaciones, respeto a la Naturaleza y al entorno patrimonial que se ha heredado.

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Las Guerras Cántabras ocuparon espacio y tiempo a las legiones y a los historiadores romanos, hasta alcanzar visos de leyenda, dada la especial dureza de los enfrentamientos. Los historiadores modernos coinciden en señalar que por nuestro término pasaba de Este a Oeste, la Vía Romana II-1, con la que enlazaba también la III, que venía de SE hacia el NO.

Establecida la dominación romana del territorio, de nuevo se hace la noche en la historia de la comarca, suponiéndose una vida difícil para los supervivientes hasta la llegada de los Bárbaros del Norte que, después de los enfrentamientos entre Suevos y Visigodos, quizás supuso una “liberación” para los habitantes y el inicio de una nueva organización social, olvidados en sus pequeños valles y montes. Pero todo se queda en conjeturas y especulaciones de leyenda, sin más prueba que algunas referencias indirectas, que hacen pensar en la existencia, ya en esta época, de algún tipo de ermita y/o santuario en San Román y seguramente, las raíces de algunas palabras y topónimos.

 

EL VIEJO CAMINO o “VEXU KAMIN” (DE SANTIAGO)

Si la costa era un camino difícil, más lo era cruzar direccionalmente por las altas montañas de las cordilleras pirenaica y cantábrica, que impedían caminar por las grandes alturas y las nieves, salvo haciéndolo en sentido transversal por los puertos.

A esta dificultad topográfica, casi insalvable hoy en día, se unía la presión bélica y dificultades de todo tipo, que hacían o lo pretendían los musulmanes del sur, conocido para la historia como el Terror Sarraceno.

Sólo quedaba como opción más cómoda, utilizar la línea sinuosa, más o menos recta, al sur de las grandes montañas, especialmente la zona de las laderas que bordeaban la cordillera Cantábrica, utilizando las calzadas romanas. Cabe recordar que estas zonas estaban ya protegidas por castillos y fortalezas que defendían a los nuevos pueblos y monasterios y cenobios durante las reconquistas y repoblaciones realizadas desde los siglos VIII, IX, X y XI. Queremos – y debemos- llamar a esta ruta jacobea que atraviesa todo el territorio del municipio de Santibáñez de la Peña, como El Viejo Camino de Santiago, la más antigua y la más larga de los primeros siglos de peregrinación.11_09_CerveraGuardohttp://www.caminosantiago.org/

Esta ruta, utilizada ya desde siglos antes por las calzadas romanas, y reutilizadas por los reyes que iniciaron la reconquista, evitaba las dificultades de la costa, los grandes inconvenientes que tenían eran la cordillera Cantábrica y dentro de la misma en especial los Picos de Europa y el temor a los sarracenos, situados más al sur, con sus continuos acosos y amenazas a los pueblos del norte. Por tanto, el llamado, en la actualidad camino francés o nuevo camino no es un camino natural, espontáneo, sino un camino buscado, por razones de utilidad comercial y bélica por los reyes. El autor del texto recopilado en el siglo XII, llamado Códice Calixtino, lo que hace es informarse y anotar el camino más conveniente que se utiliza para llegar a Compostela, atribuido al escritor de origen francés Picaud.

Analizándolo con lógica, se sacan las consecuencias de lo que ello significa: si se abre un Nuevo Camino, desde finales del siglo XI, es que ya había un Viejo Camino desde el siglo IX, que era por donde iban originariamente los peregrinos hasta la tumba del Santo, cargado éste (Vexu Camin), de incontables referencias, simbología, monasterios y todo tipo de pruebas fehacientes que determinan el hecho de su existencia olvidada- o no recordada-.

Los Foramontanos.

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Es improbable que la invasión musulmana llegara a dominar nunca estas tierras; incluso es dudoso que ni tan siquiera se aproximaran a ellas. Probablemente fue mayor el impacto de la noticia y la alarma que sembraron los vecinos del Sur, que la acción directa de los invasores. Resulta muy significativo a este respecto que, en la documentación de los reinos Astur y Galaico de los siglos IX al XI, aparecen repetidamente expresiones que hacen mención a esta situación, al denominar a la zona vertiente meridional de la Cordillera y a sus gentes, como de Fora Montis o Terris de foris, expresiones que, andando el tiempo, darían pie al nombre de Foramontanos.

Cuando se produce la reacción militar, el sentimiento de pertenencia y solidaridad aúna a todas las gentes de la Cornisa Cántabra en lucha contra el invasor, infiel por añadidura –la cristianización ya había cuajado-; espoleados también por la perspectiva de botines y presuras. Es entonces cuando recobra vigor el antiguo cenobio de San Román, unido y fortalecido con la proximidad del Castillo. Desde ambos, se tutela y gobierna el movimiento repoblador en toda la región. De aquella época, apenas si quedan en nuestros pueblos más testimonios que la torre del Monasterio de San Román y la ermita de San Pedro de Guantes, amén de algunas ruinas y vestigios del citado Castillo y de las Casas Fuertes que caracterizaron a algunos de nuestros pueblos, como las de Viduerna y Villalbeto. Pero tenemos la suerte, de contar con una cantidad estimable de documentos de San Román, que nos hablan y hasta detallan aspectos de su vida y economía y, por ende, las de aquellas gentes y pueblos, en lucha contra la dureza del clima y la escasez de recursos y acosados por los tributos de la Corona, la Iglesia y los Señores, quienes incluso tenían vasallos por estas tierras, como los Cisneros y hasta el propio Monasterio de San Román.

La progresión de la Reconquista y la consecuente consolidación de los Reinos Cristianos, desplaza pronto el protagonismo hacia los territorios de la Meseta, quedando estos lugares marginados ya para muchos siglos, sin protagonismo histórico alguno, hasta el extremo de convertirse en una especie de tierra de nadie, sometida a los vaivenes del poder y caprichos políticos. Si ya con los Romanos la zona había quedado a caballo entre las provincias Tarraconense y Galaica, después, el Reino de León y el Condado de Castilla volvieron a dejarla en una determinada indefinición. Aún, en la Edad Media, formó parte del Adelantamiento de Castilla, quedando luego integrada en el de Campos.

Por su parte, la Diócesis de León se ocupó de ella durante siglos, para pasar en época reciente a la de Palencia, como antes había sucedido con la demarcación provincial, en la de Toro, adonde perteneció desde el siglo XVI hasta que pasó a integrarse en Palencia en 1804. En lo jurisdiccional, dependió primero de Saldaña y Carrión, hasta que ya, modernamente, pasó a Cervera de Pisuerga. Y, desgranando aún más esta especie de esquizofrenia administrativa, lo que fue durante siglos el Concejo de los 24 de la Peña, se quedó luego en Ayuntamiento de Respenda, con sólo 22 de los 24 pueblos, terminando por desgajarse el de Santibáñez, con 15 de ellos.

San Román de Entrepeñas

El Monasterio de San Román, cuyo nombre aún despierta ecos de poder y dominio entre las gentes de la zona, y los otros dos enclaves religiosos de relevancia histórica en la comarca, los Santuarios del Brezo y del Santo Cristo, merecen y esperan sendos estudios históricos, serios y serenos. De los tres, fue sin duda San Román el que más influyó en el devenir de los acontecimientos socio-económicos de la comarca durante muchos siglos. Desde sus primeros tiempos conocidos, al ser reconstruido a mediados del siglo X, recibe el impulso del Conde Diego Muñoz, con el objetivo principal de apoyar decididamente los asentamientos de las gentes que repoblaban la zona; proyecto que pudo atender a partir de las generosas gracias y donaciones que fue recibiendo de los Señores que dominaron en el territorio por aquella época, como Pedro Ansúrez, fundador de Valladolid, y el Conde de Saldaña, Sancho Díaz, además del citado Diego.

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San Román detalle

Es la época de mayor esplendor del Monasterio, convertido en un centro de poder económico y religioso de primer orden, con importantes posesiones dentro y fuera de la comarca, gozando y percibiendo rentas, diezmos y vasallajes, pues a las donaciones citadas se van uniendo un goteo constante de legados y pequeñas donaciones de gentes de la zona, amén de una política de compras y permutas que engrandecen continuamente su patrimonio.

Poco más de un siglo le duró este esplendor, pues el éxito de la Reconquista hacía que los Reinos Cristianos desplazaran hacia el sur sus intereses, mientras que San Román languidecía y se veía reducido a simple Priorato, dependiente del Monasterio de San Zoilo de Carrión. La situación se deterioró hasta el extremo de perder el control del Monasterio del Brezo y ya sólo parecían primar los intereses económicos, cuya atención, apenas si dejaba tiempo para otros asuntos a los dos o tres monjes que allí habitaban, asistidos por criados y asilados, que seguramente moraban en el pequeño núcleo de población que existió en sus proximidades, del que apenas queda más que un vago recuerdo, casi leyenda, entre las gentes de Santibáñez; lo mismo que el Barrio del Castillo, El Barrio, como aún le recuerdan en el pueblo o El Barrio de Luna, como le denominaban antiguamente, donde es probable que residiera el personal dependiente del Castillo e incluso que existiera una casa fuerte o Palacio, donde, en algún momento, moraron más cómodamente los Tenentes de aquel.

Puente piedra

El Castillo y su Barrio desaparecieron pronto del panorama, mientras que el Monasterio prosiguió un oscuro y prolongado discurrir de continua decadencia, hasta que a mediados del siglo XIX, le llegó la puntilla y el abandono por mano de la desamortización de Mendizábal, a partir de cuyo momento van desapareciendo de allí hasta las piedras, literalmente hablando. Increíblemente, aún sigue en pie la Torre, principal símbolo de identidad del escudo del municipio…

Pero para tanto sacrificio, miseria y sufrimiento, nuestros antepasados contaron con un asidero espiritual de primer orden: la Virgen del Brezo; santuario y monasterio que surge entre las peñas de Villafría y que, durante quinientos años, recogió sus penas, sus lágrimas, esperanzas y confidencias… y también, sus limosnas. Monasterio que fue apéndice del de San Román, para luego independizarse y terminar desapareciendo con las desamortizaciones, de las que resurgió, aún con más brío, el actual Santuario. De toda esta etapa se conserva abundante documentación en los distintos archivos, lo que nos está permitiendo conocer y reconstruir, en gran medida, la vida y las circunstancias de los pueblos y las gentes que en ella vivieron.

La Modernidad.

Tren FeveLa modernidad llegó a estos pueblos por la vía del tren. Cuando la creciente industrialización del País Vasco reclama la energía del carbón de nuestros montes, hace acto de presencia en 1894 el Ferrocarril de la Robla, espoleando la explotación minera, lo que supondría una auténtica revolución económica y social para todos estos pueblos. Casi a la vez, se convierten a la vez en sendas carreteras los dos principales e históricos Caminos Reales. Con todo ello cambia radicalmente el panorama, al perder la agricultura y sobre todo, la ganadería, el papel preponderante, a favor de las minas, en las que trabajaban numerosos naturales y otras personas llegadas de provincias limítrofes, produciéndose a la vez una auténtica eclosión de pequeñas industrias y negocios, siempre de carácter familiar.

Todo ello, supuso un desplazamiento del peso y del poder socio-económico, desde la antigua capitalidad municipal, Respenda, hacia los nuevos núcleos pujantes, asentados a la vera del ferrocarril. Aunque también significó para ellos sufrir, en propia carne, las convulsiones sociales y políticas que desembocarían en la Revolución del 34, causando daños irreparables en las relaciones y convivencia de sus habitantes; quebranto que pasaría factura y se resolvería dramáticamente pocos años más tarde para muchos convecinos, en la triste contienda del 36 y en sus desmesuras de la retaguardia.

Nace un Pueblo y un Ayuntamiento.

AYUNA-580x333El trazado y ejecución de las nuevas vías de comunicación, hacen coincidir en un punto carreteras y ferrocarril, cuya importancia no pasa desapercibida para una larga serie de personas despiertas; y lo que, en un primer momento, no pasa de ser un modesto apeadero y cargadero del ferrocarril, debe de reconvertirse en estación con todos los honores, pues alrededor ha ido surgiendo un pequeño núcleo de casas industriales y comerciantes que atraen a los habitantes de las localidades próximas, empujando con tal fuerza que, en pocos años se convierte en el punto más dinámico de la comarca.

En ese contexto de efervescencia socio-económica, surgen pronto los deseos de tomar las riendas administrativas por parte de los pueblos y las personas que principalmente la protagonizaban, por lo que, a comienzo de los años 30, se forma un grupo de personas, encabezadas por Raimundo Casares Macho, que promueven y gestionan la creación de un municipio, con parte de los pueblos que integraban el de Respenda de la Peña –Aviñante, Cornón, Las Heras, Pino, Santibáñez, Tarilonte, Velilla, Viduerna ,Villafría, Villalbeto, Villanueva, Villaoliva y Villaverde- . Grupo que se constituye y formaliza en Comisión en 1933 y que termina por lograr la segregación de quince de dichas entidades menores para dar lugar, en 1934, a un nuevo municipio: Santibáñez de la Peña, de la que es nombrado primer Alcalde D. José Mediavilla Rueda, a quien le sucedería, tras las elecciones de febrero de 1936, D. Nicolás Vallejo Villacorta, al cual le fueron arrebatados el bastón y el mando pocos meses después. Veinte años más tarde, dos de esos pueblos, Muñeca e Intorcisa, decidirían incomprensiblemente su pérdida de independencia y recursos, al incorporarse a Guardo como simples barrios del mismo.

Conclusiones.

En la actualidad, Santibáñez de la Peña pulula entre la negación a la ilusión y la fortaleza al amor y pasión por nuestra tierra y su pasado. Las gentes de esta comarca somos viscerales con nuestras costumbres; desafortunadamente también con un sentido pesimista de nuestro futuro.

Considero que no es la actitud correcta para una aptitud y valores difíciles de encontrar en otras comarcas. La historia, como hemos podido observar en este escrito, decidió que por múltiples causas nos hayan hecho ser un pueblo con una singularidad especial, con esa amplitud histórica rica en acontecimientos, en lugares realmente importantes, en situaciones plenas que por algún motivo, escogieron esta comarca.

Se van dando pequeños pasos, pero acertados y continuos, tanto por parte del Ayuntamiento, como de personas que están aportando un control y sabiduría dignas de encomio, y alguna que otra incursión de Administraciones Públicas tanto a nivel provincial, como comunitario.

Es tiempo de creer en nuestras posibilidades como Entidad Municipal, como pueblo y como zona con grandes posibilidades que, únicamente necesitan, la aportación mágica de la ilusión, la fe en nuestro potencial y la participación sin ambages en una lucha, que por respeto a nuestro pasado y sus ancestros hemos de seguir ofertando al futuro.

 

Concejalía de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Santibáñez de la Peña.

 

Nota: Partes de este contenido han sido extraídos- y a quienes queremos agradecer-, del libro coordinado por la periodista local Natalia Faulín, del artículo de D. Luis Mediavilla (Memoria fotográfica de sus pueblos y sus gentes. Editorial: Cultura & Comunicación) y de José Fernández Arenas (“El Viejo Camino de Santiago”)